El Patriarcado de Jerusalén tiene un nuevo sacerdote y cuatro nuevos diáconos. En la fiesta de San Mateo, Mons. Pierbattista Pizzaballa ordenó a los nuevos ministros formados en el Seminario Redemptoris Mater de Galilea.
«Sed vosotros Jerusalén, el lugar de la presencia del Señor: hacedlo presente en la comunidad cristiana. Con el corazón unido a Cristo, siempre orientado a Dios, sed testigos y heraldos de la salvación». Ésta ha sido la exhortación y al mismo tiempo el deseo del Patriarca Latino de Jerusalén a los cinco nuevos ministros que ordenó, un sacerdote y cuatro diáconos del Seminario Redemptoris Mater en Galilea.
El marco del solemne rito de la ordenación es la fiesta de San Mateo, apóstol y evangelista: es decir, el encuentro con Cristo que cambia el corazón, que transforma el pecado en experiencia y anuncio de salvación, seguido de una conversión que moldea para ser siempre testigos del Señor.
El nuevo presbítero es Samuel Francisco Tobar Maida, salvadoreño, de 34 años, undécimo de doce hijos, quien ha prestado su servicio como diácono en la parroquia de Rame.
Los diáconos son: Samuel Costanzo y Paolo Sepich, ambos de 29 años y de Roma; aunque Paolo creció en Israel desde una edad temprana, su familia de hecho dejó Italia para ser misionera en esta tierra. Con ellos también Mauricio Alberto De La Cruz Natera, colombiano de 33 años; Juan José Fernández Orbe de 29, de Ecuador, hijo también de una familia en misión del Camino Neocatecumenal.
Reunidos en oración en torno a ellos y con ellos, una gran asamblea de fieles y algunas religiosas, venidos de distintas ciudades de Tierra Santa – donde los jóvenes han servido o han estado en misión, los hermanos de las comunidades neocatecumenales, donde viven su camino de fe, y la comunidad internacional de las Domus Galilaeae. Los familiares de los candidatos y sus comunidades de origen, en cambio, participaron a través de internet desde Italia, Salvador, Colombia y Ecuador: puesto que debido a las restricciones vigentes por la pandemia no les fue posible ingresar en el país.
En su homilía, Mons. Pizzaballa se concentró principalmente en un versículo de la primera lectura del profeta Jeremías: «Os daré pastores según mi corazón», señalando que, «como todas las realidades, el corazón necesita ser atendido y sobre todo para los sacerdotes es importante tener el corazón en Dios». Por eso, «“Os daré pastores según mi corazón” significa tratar de unir el propio corazón – el nuestro de pastores – con el corazón de Dios. Algo que requiere paciencia y un trabajo en nuestro yo continuo, de toda la vida. No dar nada por descontado, porque no hay camino intermedio: cuando se deja, se vuelve a la terquedad del corazón maligno, según Jeremías». Por otro lado, «si vuestro corazón está en Dios, entonces también sabréis ser buenos pastores del rebaño que se os ha encomendado, siempre: si vuestro corazón está dedicado, orientado a Él, con la conciencia de que estáis siempre ante Él. De no ser así, llevaréis al rebaño allí donde vaya vuestro corazón. Más que las palabras que digáis, contará el corazón con el que amaréis», resumió incisivamente.
El Patriarca aludió como en el pasaje de Jeremías se dice algo audaz: «No habrá más arca, porque la presencia del Señor estará en Jerusalén. Y vosotros pertenecéis al Patriarcado de Jerusalén. Jerusalén es ante todo nuestra Iglesia, pero también es imagen de la Iglesia. Y tendréis que conseguir que la comunidad sea lugar de la presencia del Señor, siempre. Tendréis que ser un poco vosotros, Jerusalén. Tendréis muchas cosas que hacer… no importa. Lo que cuenta es que sepáis vosotros que sois lugar de la presencia del Señor. La primera necesidad a la cual responder es precisamente esta: hacer presente al Señor en medio de la comunidad».
El publicano Mateo es más que un pecador, continuó comentando el Evangelio el Patriarca: «Mateo, este hombre odiado por todos, llamado se levanta, cambia radicalmente su vida, y ese pecado se convierte en anuncio de salvación en su vida. Así debe ser para vosotros también. Debéis convertiros en heraldos de la salvación para cada una de las personas que el Señor os traerá».
Llamada y realidad que se han evidenciado concretamente en el rito de investidura de las vestiduras diaconales, y luego la vestidura sacerdotal (el presbítero Samuel Tobar ha sido revestido con la casulla por el párroco de Rame, P. Aktham Hijazin): cuando los ministros de pie, con los brazos abiertos en forma de cruz se volvieron hacia la gente que vitoreó con fuertes aplausos. Ciertamente conmovidos, pero sobre todo radiantes en el rostro, transmitieron esta luz y alegría a la asamblea.
«Cuando nos encontramos con el Señor, la primera experiencia es la de nuestro pecado, seguida de la conciencia de que el Señor, ha entrado en mi pecado, transformándola en la conciencia de la grandeza de Su presencia en medio de nosotros», observó Mons. Pizzaballa reflexionando sobre San Mateo. «Bueno, tendrán que convertirse en ministros de la misericordia de Dios. Esta es la misión de la iglesia: no solo condenar el pecado, sino decir que hay algo más grande, que hemos experimentado y que queremos comunicar».
«Si, por tanto, seréis capaces de unir vuestros corazones al corazón de Cristo, siempre orientado a Dios, si habréis experimentado verdaderamente la salvación que ha tocado vuestro corazón, que os lo ha cambiado, entonces también podréis ser dignos diáconos y sacerdotes, heraldos y testigos de la misericordia de Dios, para vosotros y para el mundo», concluyó el Patriarca.
Al final de la liturgia, Mons. Pizzaballa saludó a las familias con agradecimiento: «Lamentablemente tienen que asistir desde lejos, pero con el espíritu están aquí y nosotros estamos con ellos. Queremos darles las gracias, pues si vosotros estáis aquí es gracias a ellos: ¡el primer don ha sido el de vuestra familia a la Iglesia! Imagino a vuestras madres secándose los ojos… ¡esto también es necesario!». Finalmente, el agradecimiento del Patriarca a quienes se encargaron de la formación de los nuevos ministros, «un trabajo que nunca es demasiado gratificante, lo sé. ¡Tenemos que agradeceros vuestro servicio! Que el Señor siga bendiciendo nuestra Iglesia».
Sara Fornari, periodista