En la fiesta de la Virgen de Fátima, Paolo Felicetti y Giacomo Dainotti, seminaristas del Seminario Redemptoris Mater de Galilea, han sido admitidos a las Órdenes, y continúan el camino de formación para el presbiterado con un paso más decisivo. El rito de la Admissio fue celebrado por Mons. Hanna Kildani, vicario del Patriarcado Latino de Jerusalén.
“Éste es un día de alegría para la Iglesia: ¡el retoño del bautismo comienza a dar frutos en vosotros! El crecimiento de la viña, del pueblo de Dios, se encarna con vosotros en el servicio a la Iglesia de Tierra Santa”. Con estas palabras Mons. Kildani ha dado entrada al nuevo paso de los dos candidatos Paolo Felicetti y Giacomo Dainotti, ambos de 31 años de edad. Acogidos por la Iglesia con el rito de la Admissio, y confiados a la protección de la Virgen de Fátima, en la tarde del 13 de mayo, los dos seminaristas del Seminario Redemptoris Mater de Galilea fueron admitidos a las Órdenes, y continúan su camino de formación para el presbiterado de manera más decisiva, como lo demuestra además su nuevo hábito. En nombre del Patriarcado Latino de Jerusalén y de la Iglesia de Tierra Santa, en la capilla de la Domus Galilaeae, Mons. Hanna Kildani ha acogido la intención de los dos candidatos que, en el diálogo del rito, confirmaron su deseo de “comprometerse en la formación espiritual para llegar a ser fieles ministros de Cristo y de su cuerpo que es la Iglesia”.
La viña y los sarmientos son la Iglesia en la que estamos, acababa de decir el vicario patriarcal en su homilía – subrayando que esta vocación “es para toda la Iglesia”, que es fruto del retoño del bautismo, que ha crecido en sus familias y en el camino eclesial que los jóvenes están haciendo.
Nacidos en 1989, provienen de dos familias del Camino Neocatecumenal. Giacomo Dainotti nació en Pavía (Italia) y ha estudiado ciencias políticas; Paolo Felicetti nació en Foligno (Italia), y ha descubierto la llamada del Señor después de un tiempo de servicio en la Domus Galilaeae en 2013, en el que experimentó una conversión y un cambio de vida radical. Los dos seminaristas ya han hecho dos años de itinerancia, es decir, de experiencia misionera – como se requiere en la formación de los Seminarios Redemptoris Mater – en la parroquia de la Sagrada Familia en la ciudad de Quwait.
Mons. Kildani ha empezado su homilía, en árabe, con un saludo lleno de afecto: “¡Os he echado de menos, tenía ganas de veros!” La Admissio en la Domus Galilaeae, de hecho, fue su primer encuentro con los miembros del Seminario y los residentes de la casa, después de un período de encierro: la celebración tuvo lugar en un momento en que las medidas de restricción del Coronavirus en Israel están disminuyendo, mientras que, en Italia, donde se encuentran las familias de los dos candidatos, la situación todavía no se ha calmado completamente. El vicario ha enviado saludos a los familiares y amigos que seguían la celebración a través de Internet, a los que sufren por esta pandemia, recordando a los enfermos, a los que nos han abandonado y a los que se ven obligados a quedarse en sus casas. “Todos estamos en la misma barca, y en esta barca, como en el lago de Tiberíades, debajo de nosotros, está Cristo, y la tormenta hace estragos, pero Cristo es más fuerte: el mundo está llamado a no perder la esperanza”, dijo el vicario. A continuación, trató sobre este alegre acontecimiento, y sobre el espléndido Evangelio de la vid y los sarmientos, centro de la liturgia del día. “La vid es una planta que nos es familiar en esta tierra, y que suscita pensamientos de afecto”, señaló Mons. Kildani, quien, partiendo de la imagen de un árbol lleno de retoños, y luego de hojas nuevas, se detuvo en el desarrollo que debe tener lugar en el alma y en la vida de cada cristiano, especialmente con la vocación. “Este desarrollo tiene lugar dentro de cada uno de nosotros, y, en lo que respecta a Paolo y Giacomo, se ha iniciado en primer lugar en sus familias de origen, en la relación entre padre y madre: la familia se basa en el amor entre los cónyuges, como entre Cristo y la Iglesia”. El vicario patriarcal señaló entonces que “este retoño comienza en el bautismo, con el cual os habéis convertido en parte de esta viña. Y con el rito de hoy, con este nuevo hábito, empezáis un nuevo servicio en la viña”. Un servicio, por tanto, que está lejos de ser la realización de un proyecto o la asunción de un papel: “Cristo dice claramente «sin mí no podéis hacer nada», esto significa que la vocación no es un proyecto personal: ser sacerdote no es como hacer una carrera o entrar en el ejército, sino que es una encarnación de Cristo”.
El peligro, entonces, no es sólo el de ser ramas secas. Con una unión de imagines, el Padre Kildani contrastó los sarmientos y los tornillos. “Jesús – dijo- no nos mira como si fuéramos los tornillos de un engranaje. ¡Nosotros somos parte de Él y de la Trinidad! No se trata de ser una parte física, material, sino de tener el mismo espíritu. Vosotros que sois mis discípulos, dice Cristo, estáis llamados a dar mucho fruto. Por eso cada cristiano y vosotros de manera especial, es parte de Cristo para la salvación del mundo entero. No estáis aquí para ofreceros como personas, como dos jóvenes: detrás de vosotros están vuestras familias y vuestras comunidades, vuestros formadores y compañeros. Este crecimiento es el crecimiento de un pueblo detrás de vosotros, el pueblo de Dios, que se encarna con vosotros en el servicio a la Iglesia de Tierra Santa”. Por último, Mons. Kildani expresó sus palabras de aliento: “Es cierto que hay dificultades, pero también muchas alegrías. Los detalles se encuentran en la persona de la Virgen María que celebramos hoy, de San José, de los discípulos. Hoy nos regocijamos porque esta planta ha comenzado a dar frutos, y esto se ve en vosotros, Giacomo y Paolo”.
El pastor ha concluido con gratitud al Señor: “Éste es un día de alegría para nosotros, como Seminario, como Iglesia de Tierra Santa, como Patriarcado Latino de Jerusalén: como pueblo de Dios, nos alegramos con vosotros y por vosotros, los que trabajamos aquí, en esta tierra, y también donde habéis estado, en Quwait. Confiamos vuestra vocación a la protección de la Virgen de Fátima y de su esposo San José”.
Una nueva fase comienza para Paolo y Giacomo. Desde hoy se visten con el hábito negro y el clergyman, como pidió San Juan Pablo II, manifestando así que la Iglesia es joven, y haciendo más evidente el deseo de formarse para el presbiterado.